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domingo, 3 de mayo de 2020

MIS RECUERDOS DEL GRAN TEATRO




                                                   A  mis amigos Luis Pizarro y Javier Flores



COSAS DE PUERTOLLANO



            Al cumplirse en este 2020, año de pandemia, el centenario de la construcción del edificio que fue el Gran Teatro de Puertollano quiero rendir un homenaje a la memoria de mi padre que durante una larga década fue inquilino de varios de los locales del edificio que daban a la calle Juan Bravo. A finales de los años cuarenta le alquiló Adolfo Porras un local que antes había tenido un tal Luis, así lo llamaba mi padre cuando relataba cómo le había traspasado el pequeño local donde estableció un pequeño taller de bicicletas, asociado a su amigo Pablo Moreno, a quien siempre le unió un gran afecto. Después se quedaron con los locales que estaban junto a la puerta por la que se entraba a la emisora de radio que tiempo después sería Radio Popular, pero en aquellos años estaba dirigida por don Pedro Muñoz, también conocido como el cura de la emisora, que vivía con su madre y su hermana Jose. Algunas tardes yo subía a la casa, pues eran muy cariñosas, tanto con mi hermana como conmigo. Cuando se fueron a vivir a la casa del Poblado al ser don Pedro destinado como sacerdote en la parroquia de aquel barrio, que entonces pertenecía a la Empresa Calvo Sotelo, mi hermana siguió visitándolas.

            Cuando mi padre y su socio decidieron disolver la sociedad y seguir cada uno su camino, dividieron los locales. El local que le correspondió a mi padre era el número diez de la calle Juan Bravo y sus ventanas daban al callejón por el que entraban y salían muchos de los artistas que actuaban en el Gran Teatro, entre ellos recuerdo especialmente a Antonio Molina, que en sus visitas solía saludar a mi padre en el taller.

            A pocos metros había un local donde almacenaban bidones de combustibles del depósito que había frente a la puerta principal del Gran Teatro, años más tarde abrieron el bar La Cueva, de Llopis. A principio de los sesenta mi padre traspasó el local a dos hermanos, hijos del propietario de la antigua posada El Sol, que hubo en la plaza de Ayuntamiento, quienes abrieron el Bar Sol que hubo en la calle Juan Bravo, en el mismo local donde mi padre tuvo el taller de bicicletas hasta que lo trasladó a Gran Capitán.




            En una de las fotografías que conservo aparece mi padre junto a los operarios del taller y algunos clientes. Los recuerdo a todos, pues formaban una piña de amistad. También recuerdo al señor Víctor, bellísima persona, que era el contable, y años más tarde regentó una gestoría junto a la librería de Pizarro. El taller permaneció en aquel local hasta el inicio de los años sesenta que fue trasladado a Gran Capitán, donde tenía la exposición. Después del traslado a Gran Capitán, seguí frecuentando aquellos espacios de la calle Juan Bravo vinculados al edificio del Gran Teatro, ya que, aunque mi padre y su antiguo socio se habían independizado, mis relaciones personales seguían siendo muy estrechas.




            Como toda mi generación, asistí a muchas películas de cine y a espectáculos de flamenco en la sala del Gran Teatro. Además de proyectarse películas y la realización de espectáculos flamencos, también se celebraron actos políticos. Al primer mitin que asistí en mi vida fue en el Gran teatro, exactamente el día 9 de diciembre de 1966 y contó, entre otros, con la participación de Emilio Romero, director del diario "Pueblo", que hacía campaña a favor del SÍ, en el referéndum para la sucesión en la Jefatura del Estado. Lo escuché en el anfiteatro, procurando no llamar la atención ya que era menor de edad. Las elecciones se celebraron el 14 de diciembre y salieron más síes que votantes había en el censo, aunque me consta que algunas personas de mi entorno votaron NO.

            Además de ver en la pantalla películas inolvidables desde el patio de butacas o desde una de las plateas, también asistí a finales de los sesenta a las representaciones de teatro de aquellas Campañas Nacionales de Teatro llevadas a cabo por el Ministerio de Información y Turismo, cuyo titular era Manuel Fraga Iribarne. La compañía que actuaba en el Gran Teatro era la Lope de Vega, dirigida por José Tamayo y contaba con un brillante repertorio en el que destacaban obras de Valle Inclán o del mismísimo Bertolt Brecht, magníficamente interpretadas por actores y actrices de la categoría de Manuel Galiana, Amparo Pamplona o Mari Carrillo y otras grandes figuras de la escena de aquellos años.

            Pero quizá el último recuerdo más emotivo que guardo del Gran Teatro fue la asistencia al mitin que se celebró después del Día de Reyes de 1978, contando con la actuación del cantautor asturiano Víctor Manuel, y de representantes del PSP y del PCE que presentaban la candidatura unitaria de ambos partidos para las elecciones municipales que se veían en el horizonte de aquella democracia que estaba echando a andar.



            Uno o dos días después salí en un tren cargado de reclutas camino de Rabasa (Alicante) y cuando regresé catorce meses después estaban a punto de celebrarse las primeras elecciones municipales democráticas desde los años de la II República, pero aquella candidatura unitaria se había roto al integrarse el PSP de Tierno Galván en el renovado PSOE dirigido por Felipe González y Alfonso Guerra.

            Después de unos años vendría la destrucción, decidida  tiempo  antes, del edificio  del Gran Teatro, a la que asistí perplejo cómo se producía por la especulación de pocos, ante la indiferencia de muchos y la pasividad de todos. Los que ostentaban el poder en nuestra ciudad, entre la conservación de un icono de la cultura y la especulación urbanística, eligieron la especulación.

viernes, 24 de abril de 2020

DESPEDIDA


Las siguientes palabras las pronuncié en la despedida de la primera promoción de bachillerato de este siglo en el I.E.S. “Hernán Pérez del Pulgar”. Al encontrarlas en el baúl de las palabras perdidas las incorporo aquí para desempolvarlas en estos tiempos de confinamiento.


DESPEDIDA


Dicen que no son tristes las despedidas.
Dile a quien te lo diga que se despida.
Antonio Machado


            No tengo claro, os lo digo sinceramente que esto sea una despedida. Digamos que es un acto que, para algunos de nosotros, se repite todos los años cuando llegan los primeros días de junio, como sabéis una vez cada doce meses. Mas para vosotros es un momento irrepetible que habéis esperado durante muchos años.
            ¿Qué os tengo que decir que no os haya dicho después de todos estos meses durante los que hemos pasado juntos cuatro horas a la semana hablando de palabras, cuatro horas metalingüísticas, durante las cuales os habréis aburrido intensamente? Después llegaban otros profesores y teníais que cambiar el registro. Os recuerdo en vuestros asientos, resignados a escuchar al profesor de turno. ¿No os apetecía salir corriendo? Algunos de vosotros lo habéis hecho de vez en cuando. Os hemos visto alguna que otra vez fuera de clase, haciendo novillos por ahí enfrente. Pero mirábamos a otro lado…Recordábamos que a vuestra edad también nos apetecía largarnos de clase…Son cosas de la edad. Tener eso en cuenta humaniza nuestra profesión, pues no en vano somos muchos los profesores que seguimos teniendo alma de aquellos antiguos artesanos del Medievo y trabajando anónimamente como los escritores de cantares.
            Nosotros trabajamos sin preocuparnos de los índices de audiencia, sin estar pendientes de los titulares de prensa o de que nuestro nombre salga en los periódicos, ni en las pantallas de televisión o de quedar registrados en los anales de la Historia. Sabemos que nuestra gloria es como la “de los que escriben cantares: oír decir a la gente que no los ha escrito nadie”; sin embargo, sabemos que estamos trabajando con seres humanos que responden a un nombre, que tienen sentimientos y se alimentan de sueños; y por ello nuestra labor se hace copla, copla callada que suena cuando vosotros, nuestros alumnos, la hacéis vuestra.
            No tenemos otro empeño que ayudaros a ser felices y a ello nos entregamos con la ilusión de que nuestra labor en las aulas corra la suerte de las buenas coplas, ya

Que, al fundir el corazón
con el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.

                                  Manuel Machado


            Permitidme también una breve y sosegada mirada a la nostalgia, a aquel primer día en el que llegasteis al instituto y fuisteis recibidos por los profesores que os darían clase en primero y segundo de secundaria. En este momento quizás recordéis aquella mañana de hace ya seis años cuando llegasteis al instituto con cierta angustia y preocupación ante lo desconocido. Es justo evocar el recuerdo de aquellos profesores que os recibieron en las aulas de este instituto que durante estos últimos años ha formado parte de vuestra vida. Algunos están aquí para despediros, como estuvieron para recibiros el primer día. No voy a decir sus nombres, por temor a que se me quede alguno en el aire, aunque yo estoy seguro de que vosotros los guardáis en vuestro corazón. Aquellos profesores, los que os dieron clase en primero y segundo de secundaria, al igual que los que lo hicieron en los cursos posteriores, también han contribuido a vuestra formación. De aquellos profesores, algunos se han marchado definitivamente, aunque vosotros los recordáis con cariño. Permitidme una segunda licencia, la de evocar entre todos el nombre de don Ramón de la Osa. El otro día les preguntaba a algunos alumnos de cuarto que si se acordaban de él y me decían que “tenía sus cosas, pero era muy buena gente”. Os confieso que me emocioné. Estoy convencido que a don Ramón, si estuviera aquí, le hubiera gustado escuchar las palabras de Irina: era muy buena gente.

            Esa es la perspectiva que no deberíais perder nunca. “SER MUY BUENA GENTE”. Todos los profesores que habéis tenido a lo largo de estos años hemos querido ser como caudales que han enriquecido ese río en formación que sois cada uno de vosotros; ríos que caminan, no a ese mar manriqueño que es el morir, sino a ese otro mar de Juan Ramón en el que encontraréis la plenitud, la madurez de vuestras vidas.

            Vosotros no sois, a vuestra edad, el río de Jorge Manrique, sino el camino de Antonio Machado, ese camino que se construye al andar. Esperamos que de alguna manera los profesores de este centro os hayamos ayudado en el tramo del camino cuya culminación estamos celebrando en este acto.

            Cada uno de los muchos profesores y profesoras que habéis tenido han ido dejando lo mejor de cada uno desde sus diferencias, desde sus contradicciones. Porque como ya os habréis ido dando cuenta durante estos años, los profesores somos muy distintos unos de otros, aunque esas diferencias no han impedido que todos hayamos compartido el interés porque os llevéis lo mejor de cada uno de nosotros. Este es el valor de los centros de la enseñanza pública, el modelo que vuestros padres eligieron para vosotros -Ojalá que no os hayamos defraudado-, un modelo plural, respetuoso con todas las condiciones sociales y con cualquier origen territorial.

            Vosotros sois, una de las primeras promociones, la primera del siglo XXI (2000-2006), que ha compartido las aulas con alumnos venidos de países como Marruecos, Colombia, Ecuador, Rumanía e, incluso, de la lejana China. Todo esto hubiera sido cosa de locos imaginarlo hace algunos años cuando los únicos forasteros venían de los pueblos cercanos o -y eso ya era insólito- algún alumno de Andalucía o de Cataluña. Todo esto es reflejo de que se está produciendo un cambio. Vosotros estáis llamados a ser protagonistas de ese cambio. Por ello será necesario que sigáis trabajando duramente en vuestra próxima etapa. Aquí, en el instituto, habéis convivido en una pequeña comunidad, pero os espera otra más grande y compleja cuando salgáis por la puerta (en la que ya no estarán Gabino ni Belén para controlaros) para empezar a hacer una nueva etapa de vuestra vida.

            Y como nosotros, vuestros profesores y profesoras, seguiremos aquí algunos años más, sí que me gustaría, ya para terminar, recordaros las palabras de uno de los más grandes pensadores apócrifos de nuestro país, me refiero a Juan de Mairena:

“Vosotros debéis amar y respetar a vuestros maestros, a cuantos de buena fe se interesan por vuestra formación espiritual. Pero para juzgar si su labor fue más o menos acertada, debéis de esperar mucho tiempo, acaso toda la vida, y dejar que el juicio lo formulen vuestros descendientes. Yo os confieso que he sido ingrato alguna vez -y harto me pesa- con mis maestros, por no tener presente que en nuestro mundo interior hay algo de ruleta en movimiento, indiferente a las posturas del paño, y que mientras gira la rueda, y rueda la bola que nuestros maestros lanzaron en ella un poco al azar, nada sabemos de pérdida o ganancia, de éxito o de fracaso”.

Muchas gracias.
Instituto “Hernán Pérez del Pulgar”
Ciudad Real, 6 de junio de 2006


miércoles, 1 de abril de 2020

UN MAESTRO LIBERAL


                                                                     A don Antonio Larrondo Cano  in memoriam
              


                Ser liberal en España en los años sesenta del siglo XX no era algo baladí. Leer el Diario “Madrid” o la revista “Triunfo” era considerado por los seguidores del Régimen como indicio de que eras masón, rojo o las dos cosas a la vez. Por aquellos años conocí a dos personas que no pertenecían a la clase obrera y que, curiosamente, tampoco eran franquistas. Las dos tenían el mismo nombre, una de ellas era nada menos que ingeniero, y, la otra, director por oposición (entonces existía el Cuerpo de Directores de Primaria); las dos leían cosas que no eran comunes en aquellos tiempos. El ingeniero solía comprar la revista “Triunfo” y el director de primaria era lector asiduo del Diario “Madrid”. De los dos guardo muchos recuerdos, entre ellos, que fueron los primeros liberales que conocí en mi vida. Para mi eran LIBERALES procedentes de la mejor veta del liberalismo español del XIX (Larra, Espronceda…), cada uno a su estilo. El ingeniero ya se fue hace unos años, y hoy se ha ido, don Antonio, el director de primaria.

            A don Antonio Larrondo Cano lo conocí allá por el año 1968 en una academia de las que había en Puertollano. Impartía clases de Pedagogía a un pequeño grupo de estudiantes de Magisterio. Ya era por entonces director del Colegio Público “Ramón y Cajal”. Vestía al estilo de don Antonio Machado. Se empeñaba en que lo tuteáramos, cosa que tardaría muchos años en conseguir ya que llegué a cumplir los cuarenta y todavía lo llamaba de usted. Mantuve desde entonces, a pesar de la diferencia de edad, con él una estrecha amistad que más tarde se hizo extensible a nuestras compañeras. Cuando mi hijo comenzó el parvulario en 1986 lo hizo en el Colegio Público “Gonzalo de Berceo” cuyo director era don Antonio Larrondo Cano, que había dejado la dirección del C.P. “Ramón y Cajal”. Como el colegio estaba a unos metros de mi domicilio aquello permitió que le hiciera numerosas visitas en horas libres y mantuviera con él aquellas conversaciones que tanto me enriquecían.

            Su mujer impartió clase a mis hijos siendo ya profesora en un instituto de Ciudad Real a donde se trasladaron cuando Don Antonio perdió injustamente su condición de director al suprimirse por ley el Cuerpo de Directores de Primaria. De vez en cuando nos juntábamos las dos parejas y hoy recuerdo con una sonrisa cómo yo seguía dirigiéndome a él de usted mientras que los demás usaban el tuteo. Me llamaba la atención y yo le decía que tuviera paciencia, que algún día lo tutearía y así ocurrió con el tiempo…, aunque para mí siempre siguió siendo don Antonio.

            En más de una ocasión lo acompañé en su viejo “seiscientos” los fines de semana por los pueblos de la comarca de Puertollano a los que iban sus alumnos a participar en las competiciones deportivas de aquellos años. Tenía un tremendo espíritu competitivo. También le ayudaba a organizar la biblioteca del colegio, tarea que hacía fuera del horario escolar. Cuando terminé magisterio fue él quien me acompañó en su “seiscientos” a Ciudad Real con objeto de  gestionar los trámites para que me expidieran el título de maestro (estudios que inicié gracias a Don Eduardo Bernal Morales, otra persona inolvidable para mí).  

            En ocasiones le pedía consejo como si de mi padre se tratara y hasta que empezó esta pandemia solía visitarlo en su casa todas las semanas, donde siempre lo encontraba leyendo “El País”, periódico al que estaba suscrito, y ya en los últimos meses solía ir a comprarlo a pesar de que tenía dificultades respiratorias para caminar. En mis visitas comentábamos la situación política actual sorprendiéndome siempre con su lucidez y racionalidad; y, aunque estábamos de acuerdo en las cuestiones sustanciales, me gustaba discrepar para suscitar pequeños debates. Sólo había una cuestión en la que predominaba la pasión sobre el análisis: cuando se trataba de su Atleti. Como yo lo sabía, no solía sacar el tema, sobre todo cuando ganaba el Real Madrid.





domingo, 8 de diciembre de 2019

LECTURAS DE OTOÑO






LECTURAS DE OTOÑO

                Cualquier estación del año es buena para  leer pero el otoño es por la suavidad de sus tardes la estación que más me  invita a una lectura tranquila junto a la ventana desde la que contemplo el viejo olivo que preside con aires melancólicos el patio de inspiración mudéjar de mi casa.
1. La primera obra que leí a principios de otoño es A FINALES DE ENERO, La historia de amor más trágica de la Transición, escrita por  Javier Padilla y  editada por Tusquets.  “A finales de enero” describe la peripecia de tres militantes antifranquistas: Enrique Ruano, un joven estudiante de Derecho muerto en enero de 1969 durante un interrogatorio policial, y Dolores González y Francisco Javier Sauquillo, abogados laboralistas y ambos víctimas de la matanza de Atocha de enero de 1977, en la que ella resultó gravemente herida  y él murió a causa de los disparos recibidos, mientras la protegía con su cuerpo. La emocionante historia de amor en la que se vieron envueltos –Dolores fue novia de Enrique y después, esposa de Javier- se entrelaza con los estertores de un régimen que castigó sin piedad a quienes, como ellos, buscaban la playa bajo los adoquines, y nos recuerda los frágiles inicios de la Transición a la democracia.” La lectura de este libro me ha retrotraído a una época que muchos parecen haber olvidado y otros la han idealizado de tal manera que los que la vivimos tenemos la sensación de que aquellos dramáticos hechos ocurrieron en otro país. 
2.  Podría decirse que hay libros que te llegan por una casualidad causada. Éste sería el caso de la novela Agua por todas partes, del escritor cubano Leonardo Padura, editada también por Tusquets.  El título hace referencia a la condición geográfica de Cuba: una porción de tierra rodeada de agua por todas partes. Pero también es un referente a  un verso de Virgilio Piñera, un disidente cubano: "La maldita circunstancia del agua por todas partes/ me obliga a sentarme en la mesa del café. / Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer/ hubiera podido dormir a pierna suelta". Padura no solo es cubano sino que es un cubano que, a pesar de tener también la nacionalidad española, se  siente un escritor cubano que escribe sobre Cuba y los cubanos. Desde el barrio de Mantilla donde él vive desde su nacimiento el escritor adentra al lector en un paseo por la Habana descubriendo el Malecón, los barrios del Paseo del Prado, los parques del barrio de La Víbora, las calles umbrías de la Habana colonial; así como los rasgos de la identidad, la espiritualidad y la cultura cubana. Todo ello sin escamotear las alusiones a la realidad social de la Cuba donde “un chofer de taxi gana diez, veinte, treinta veces más que un médico especialista y por eso hay médicos que prefieren ser taxistas”. Y al final de su relato tomamos conciencia de que la vida como tal es una derrota y que lo único que nos queda ante esta irremediable derrota que llamamos vida es intentar comprenderla. Esto es lo que a juicio del escritor cubano es la razón de ser del arte de la novela.
3.  La tercera lectura es En la raya del infinito. Quercus, una novela de Rafael Cabanillas Saldaña, un autor castellano manchego. Publicada en la editorial Cuarto Centenario tiene casi 345 páginas cuya lectura me ha permitido adentrarme en un mundo que no conocía salvo por algunas referencias. Me sorprenden los primeros párrafos por su tono poético hasta adentrarme en el segundo capítulo donde ya encuentro esa intensidad dramática que va a ser casi constante en el relato que se inicia con la descripción de la matanza de Badajoz protagonizada por los golpistas en julio de 1936 y la muerte a manos de un grupo de fascistas de la familia de Abel, el protagonista principal de la novela. Después de estos hechos que desencadenan la historia, la lectura nos introduce en las costumbres, formas de vida, de supervivencia, relaciones humanas en una amplia  zona de los Montes de Toledo tal como apuntan algunos ejemplos de  su toponimia - Valdelobillos en la zona de Retuerta o Valmojado al norte de  la provincia de Toledo etc-  durante las primeras décadas de la Dictadura franquista. La riqueza léxica refleja la presencia de la fauna y flora de un mundo rural donde aparecen unos personajes bien caracterizados cuyos comportamientos responden a los valores de una sociedad de posguerra donde la pobreza que sufre la mayoría  y el abuso de los que ostentan el poder no fue suficiente para impedir que entre tanta miseria la gente sencilla encontrara cómo sobrevivir. En definitiva, una novela bien escrita, con influencias asumidas de la novela tremendista de los cuarenta o de Los santos inocentes de Miguel Delibes, que vale la pena leer no sólo en otoño sino en estos días del invierno que está a punto de llegar.
4.  Tus pasos en la escalera, de Antonio Muñoz Molina, editada en Seix Barral. No es la mejor de las novelas de Antonio Muñoz Molina pero su lectura me ha permitido vivir la ensoñación de una nueva visita a Lisboa y ello me basta para justificar los momentos que he dedicado a su lectura.  Con una prosa ágil nos introduce  en la atmósfera del relato consiguiendo crear la ilusión óptica de vernos caminando por las calles del barrio de Lisboa donde el protagonista ha alquilado el piso que está preparando mientras espera la llegada de su mujer, llegada que parece tener lugar al final del relato aunque el lector no está en condiciones de confirmar si tiene o no tiene lugar esa llegada por lo que el suspense se mantiene después de haber leído la última palabra.
5. Y he cerrado mis lecturas de otoño con Agonía del cristianismo, una obra clásica de uno de los grandes del modernismo español: don Miguel de Unamuno. Al ver la película de Amenábar, Mientras dure la guerra, que desde mi punto de vista es una justa reivindicación de la figura intelectual de don Miguel de Unamuno que tan importante es dentro de la cultura española, me dieron ganas de releer alguna de sus obras y opté por Agonía del cristianismo. Ahora le he sacado más provecho que en la primera lectura que hice cuando apenas tenía diecisiete años. Ha valido la pena refrescar la lectura, recuperar fragmentos para reflexionar sobre la actualidad. Para finalizar me quedo con un párrafo que sirve para la reflexión: “Y vino la agonía dogmática, la lucha contra las herejías, la lucha de las ideas contra los pensamientos.” En definitiva, la lucha del dogma contra la libertad. Ahí lo dejo.

sábado, 14 de septiembre de 2019

IMÁGENES PARA EL AULA DE LITERATURA DEL I.B. “FRAY ANDRÉS”


COSAS DE PUERTOLLANO


IMÁGENES PARA EL  AULA DE LITERATURA DEL I.B. “FRAY ANDRÉS”



            En  septiembre de 1982 viví la alegría de retornar como profesor al instituto que hube de dejar como alumno en 1966. En septiembre de 1987, unas semanas antes de incorporarme a un nuevo destino, me despedía de los últimos alumnos que tuve durante los cinco cursos que permanecí allí como profesor. Durante estos años impartí, además de las materias propias de mi especialidad,  otras como latín y  filosofía…  Cosas del sistema educativo de aquellos tiempos pasados que no siempre fueron peores.
            En aquellos años formaba parte de  un sector importante del profesorado hambriento de cambios y de reformas del sistema educativo. Quizá por ello comencé una experiencia que, sin ser el descubrimiento de un nuevo continente, sí que supuso un aliciente y un estímulo para el alumnado a mi cargo y para mí como docente. Aunque todavía no se había producido la película, El club de los poetas muertos, algunos profesores de Literatura llevábamos dentro un apócrifo de ese profesor ficticio, inconformista y libre pensador, llamado John Keating, magistralmente interpretado por Robin Williams.
            Para responder a la necesidad de hacer algo diferente recurrí a organizar encuentros con algunos escritores aprovechando unas veces la generosidad de amigos y otras los apoyos  que ofrecían algunas instituciones. Algunos de aquellos encuentros tuvieron lugar durante los años 1985 y 1987. La experiencia me permitió trabajar en colaboración con compañeras del  Seminario de Dibujo, que utilizaban los textos poéticos de los autores que nos visitaban para realizar dibujos relacionados con sus obras. Después de muchos años quiero hacer un humilde homenaje a mis compañeras de aquel tiempo, María del Rosario Lucio y Francisca Bardisa, publicando en El tren del último curso, varias de las obras con las que ilustraron los folletos de algunos  encuentros y que en su tiempo no tuvieron el reconocimiento debido.

Encuentro con Nicolás del Hierro  (1985)




Dibujo realizado por la artista plástica María del Rosario Lucio para el encuentro entre el poeta Nicolás del  Hierro y el alumnado del instituto en diciembre de 1985.

Fragmento de Romper un cristal  (poema de Nicolás del Hierro).

Siempre es triste romper un cristal:
Al otro lado, el miedo
y  la sangre;
la verdad de la luz.
Yo me pienso que el aire
es un cuchillo,
y,
al romperse
el cristal, se te clava
en el pecho.


 Encuentro con Enrique López Buil (1986)

Los poemas de Enrique López Buil son casi siempre un desafío a la pereza mental de nuestro tiempo y una referencia sentimental de las tristezas y nostalgias más profundas .





Dibujo realizado por la artista plástica María del Rosario Lucio para el encuentro con el poeta Enrique López Buil en 1986.


Encuentro con Valentín Arteaga (1987)


Si la poesía verdadera es, como dijo Heidegger, aquella que despierta la visión más amplia, en la obra de Valentín Arteaga encuentro rasgos de una poesía auténtica que invita a despertar nuestra visión cósmica:

No es el tiempo
de hablar en singular,
                                      hoy la tristeza
Tiene forma de mapa, hasta un país
apenas casi importa.










            Dibujo realizado por la artista Francisca  Bardisa  para el encuentro del poeta Valentín Arteaga y los alumnos del Instituto en mayo de 1987. Valentín Arteaga tuvo la deferencia de dedicarle unas palabras a Isabel Blanco, quien sería profesora del instituto algunos años después, desde 1992 a 1996.


viernes, 24 de mayo de 2019

HISTORIA DE UN HOMENAJE A BLAS DE OTERO EN PUERTOLLANO


COSAS DE PUERTOLLANO

HISTORIA DE UN HOMENAJE A BLAS DE OTERO EN PUERTOLLANO


                Aquel año de 1979 fue un año especial. Las primeras elecciones municipales democráticas tuvieron lugar en abril. En junio se celebró el XXVIII Congreso del PSOE, aquel congreso en el que Felipe González dijo que había que ser socialistas antes que marxistas, para llegar a ese momento en el que ya se dice que hay que ser otras “cosas” antes que socialistas. Esa misma semana fallecía en Madrid Blas de Otero. Apenas tres años antes, lo había visto en el homenaje a Federico García Lorca que tuvo lugar en Fuente Vaqueros (Granada) el 5 de junio de 1976. Blas de Otero había sido uno de los referentes para mi generación. Al morir se pensó hacerle un homenaje en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, pero fue tal la cantidad de personas que asistimos que se desbordaron las previsiones y los organizadores tuvieron que posponer el acto. Una semana después se celebró por fin el homenaje en la Plaza de Toros de las Ventas. Fue tal la impresión que me causó aquel acto que de regreso a Puertollano comenté a unos amigos la idea de organizar un homenaje en nuestra ciudad al poeta de la inmensa mayoría. Entre aquellos amigos se encontraba Pepe Juárez, uno de los tres magníficos profesionales que atendían la barra en el Bar Benedicto a finales de los años setenta y cuyos nombres apunto como merecido recuerdo: Pepe, Basilio y el señor Pintor (el más veterano de los tres). Pepe Juárez recibió la idea con entusiasmo y fue quien se encargó de ponerme en contacto con un grupo de personas entre las que recuerdo los nombres de Pablo Céspedes y Enrique López Buil. Pronto se unieron Paco Manzano, Alfonso Castro, Luis Fernando Ramírez y otros a los que me gustaría citar si el paso del tiempo no me hubiera hurtado el recuerdo de sus nombres.  

             Nos pusimos manos a la obra, consiguiendo que la entonces concejala de Juventud nos apoyara desde el primer momento. El grupo fue creciendo y en unos días estaba en marcha la organización del homenaje. Me encargaron un escrito para la prensa provincial, que entonces se reducía al Diario Lanza, y el martes 28 de agosto se publicó una nota de prensa informando de la intención del homenaje, de su contenido y de sus promotores. Como muchos de los que promovíamos el acto éramos entonces estudiantes o titulados sin trabajo, escribí que el acto estaba promovido “por un grupo de trabajadores y de “intelectuales” (atención a las comillas)”. No faltó, como siempre ocurre, quien quiso sacarle punta a las comillas. ¿Qué hubieran dicho si hubiera aparecido lo que alguien escribió algunos años después, calificando a los que ofrecimos aquel homenaje como “esa gauche divine puertollanera del mundo de la Cultura…”



            A los participantes locales quisimos unir algunos nombres de ámbito nacional. Pepe Juárez se prestó a ponerse en contacto con Carlos Álvarez Cruz, poeta de prestigio internacional, al que había conocido durante su permanencia en Carabanchel. Carlos Álvarez, respondió generosamente a la solicitud de Pepe Juárez y nos confirmó su participación. También se pensó en la del cantautor Adolfo Celdrán y su grupo de músicos. Para ello contamos con el apoyo de Herminia Vicente, la joven edil, responsable de la Concejalía de Juventud de la Corporación Municipal formada tras las primeras elecciones democráticas, sin cuya colaboración no hubiera sido posible llevar adelante la realización del acto, tal como tuvo lugar la noche del jueves, 30 de agosto de 1979, con la asistencia de las personas que llenaron hasta la bandera el Gimnasio Municipal.

            El homenaje consistió en la recitación de textos por parte de algunos poetas locales, entre los que se encontraba Enrique López Buil, y la escenificación de algunos textos de Blas de Otero. Este apartado teatral del homenaje “llevó el sello inconfundible y transgresor de Pablo Céspedes” tal como recuerda Alfonso Castro, otro de los participantes.


Alfonso -Castro (en el centro), con Pepe Raja y Víctor Gutiérrez

            Fue relevante la actuación del guitarrista Paco Manzano, que para entonces había ya obtenido el Premio Festival de Jerez (1975) y años más tarde consiguió el 1º Premio “Bordón Minero” Festival Internacional Cante de las Minas de la Unión. Todo un lujo del que disfrutamos quienes esa noche mágica estuvimos allí.


Paco Manzano

            Como anécdota, aquella misma noche se produjo la muerte de Celso Emilio Ferreiro, siendo yo mismo quien a la mañana siguiente le dio la noticia a Carlos Álvarez en el andén de la vieja estación de Puertollano donde esperábamos la salida del tren en el que Carlos volvería a Madrid. Este hecho quedó registrado en un poema del propio Carlos Álvarez,  publicado en  Mundo Obrero el viernes 7 de septiembre de 1979:

“-faciendo yo la vía por el  Calatraveño-
volvía hacia Madrid de Puertollano
en donde, para hablar de otro amigo
que fuera también tuyo: Blas de Otero, entre aquellas
laderas proletarias me encontraba
cuando dio, Celso Emilio, su tañido
por tu voz en silencio la campana
que en mi interior se oía.”




Poema de Carlos Álvarez, en Mundo Obrero.
           
            El homenaje a Blas de Otero en Puertollano fue un acto sencillo, que quiso ser  revulsivo, en un momento de ilusiones que abría una década, la de los ochenta, en la que hubo algunos intentos de transformación que no fraguaron. Cuarenta años después, lo recuerdo sin melancolía. Aunque ya sé que la vida es, como recuerda Leonardo  Padura en uno de sus mejores libros, la historia de una derrota, quienes organizamos aquel homenaje a uno de los mejores poetas del siglo XX, hoy casi olvidado porque ya no está bien vista esa poesía que se llamó social, lo hicimos con la ilusión que teníamos ante el futuro que se abría para nuestro país. Nos movía una doble motivación, que transcribo con las mismas palabras de entonces: por una parte, el hecho de que esta comunidad que es Puertollano es una comunidad que se interesa y necesita de la cultura, y por otra parte, su deseo de testimoniar su recuerdo al que ha sido y seguirá siendo el poeta de la inmensa mayoría, a la que Puertollano pertenece.

Queríamos que el deseo de Blas de Otero se hiciera realidad.

Que no quiero yo ser famoso,
a ver si tenéis cuidado
en la manera de hablar,
yo no quiero ser famoso
que quiero ser popular”

            Luego vendría lo que vino y asistimos con escepticismo a la confusión de lo famoso con lo popular y a la apropiación de la fiesta por los de siempre, quedándose fuera los que no supieron o no quisieron participar en ese baile de máscaras en el que acaba convirtiéndose todo sueño de juventud.

Ciudad Real, 24 de mayo de 2019

jueves, 18 de abril de 2019

PUERTOLLANO A CIELO ABIERTO, UN POEMA DE MANUEL ALCÁNTARA




A Pablo Céspedes, in memóriam 


En 1985 publiqué en la revista Estaribel un poema de Manuel Alcántara  sobre   Puertollano.  Hoy,  al enterarme del fallecimiento del escritor, quiero reproducir en El tren del último curso aquel poema con el análisis que hice en aquel tiempo. Lo publico sin cambiar una tilde, aunque el paso del tiempo podría dar lugar a otras lecturas.

PUERTOLLANO A CIELO ABIERTO, UN POEMA DE MANUEL ALCÁNTARA


            Manuel Alcántara nace en Málaga en el año 1928. Coetáneo de poetas como Agustín Goytisolo (1928), José Ángel  Valente (1929), Jaime Gil de Biedma (1929) y Jesús López Pacheco (1930), entre otros.  Todos ellos viven la guerra civil en su niñez y surgen en el ámbito de la poesía española en los años cincuenta. Y se les ha etiquetado como poetas “sociales” o “comprometidos” frente a los poetas oficiales. No es fácil encontrar el nombre de Manuel Alcántara en trabajos especializados. A este inconveniente se le ha de añadir la escasa validez de los esquemas generacionales, por lo que no pretendo, a falta de otros recursos, etiquetarlo ligeramente. También porque no es mi intención actual centrarme en el autor y sí en un poema suyo que tiene un especial interés por estar relacionado con Puertollano.

            El poema de Manuel Alcántara que transcribo es el titulado “Puertollano a campo abierto”:

Del viento o de la tierra,
solamente del viento,
de la luna metálica,
del oscuro poblado de los muertos.

De allí salieron mástiles
y campamentos.
Del azulado puerto de su nombre
marinero y minero.
De la alta mar del llano
o de los territorios de su puerto.

Hombro con hombro.
Hombre con hombre y a esfuerzo.
Barracas y tinglados
sobre los muertos.
Labriegos de lo hondo,
callados ciudadanos del subsuelo,
inventan los metálicos linajes,
la estirpe del acero,
la patria oscura del carbón dormido
junto al plomo enlunado y mal despierto,
el hierro laboral
y el manganeso
de niebla delicada
hecho con vetas de silencio.

¿Para qué sirven las palabras?

La procesión terrestre va por dentro.
Bajo la voz y escondo la vergüenza
cuando miro sus manos y mis versos.

Bajo la voz.

La bajo hasta la mina
para hablar con algún minero muerto.

            Se inicia el poema con elementos mitológicos: el viento, la tierra, la luna. La creencia de que los hijos vienen de la Tierra surge de la idea de la Tierra como madre engendradora. En la mitología clásica se les considera a los vientos hijos del Cielo y de la Tierra. Los vientos simbolizan, en general, el sentido activo o violento del aire. La luna significa el mundo de las tinieblas. Horacio la llamó “reina del silencio”. La luna está sujeta a la ley universal  del devenir, del nacimiento y de la muerte. Actividad, oscuridad, silencio y muerte configuran ese mundo cuya representación comienza en los primeros versos del poema.
            En los siguientes versos  (7-10) se desmenuza la palabra Puertollano en puerto y llano. El poeta ahonda en sus valores polisémicos y metafóricos. La palabra “puerto” ofrece los siguientes significados en el Diccionario de la Academia (RAE): 1) lugar en la costa, defendido de los vientos y dispuesto para la seguridad de las naves y para las operaciones de tráfico y armamento; 2) depresión, garganta o boquete que da paso entre montañas. Esta polisemia permite el rendimiento metafórico de los versos 9 y 10.
            En el verso 11 y 12 se inicia la epopeya de un colectivo del que se señala la solidaridad cuando escribe “Hombro con hombro”, el compañerismo y el esfuerzo en “Hombre con hombre y a esfuerzo”.

Barradas y tinglados
sobre los muertos.

            Con estos versos se hace una tenue referencia a la existencia de cobertizos y otros tipos de albergue construidos toscamente y con materiales ligeros. En una visita a Puertollano, finalizando los años setenta, otro poeta, Carlos Álvarez, captó también esas “barracas y tinglados” y lo testimonia un poema suyo en el que escribe:

“…, entre aquellas
Laderas proletarias me encontraba
Cuando dio, Celso Emilio, su tañido
Por tu voz en silencio la campana
Que en mi interior se oía.
Laderas proletarias, barracas y tinglados
Un paisaje urbano nada idílico.”

Labriegos de lo hondo,
Callados ciudadanos del subsuelo.

            En este mundo donde el minero es ciudadano, la oscuridad y el silencio son los elementos dominantes. Ese mundo que es reflejo de una patria también oscura y en silencio.
            Y luego el poeta se pregunta: “¿Para qué sirven las palabras?”. Aparentemente no hay respuesta, pero prestemos atención al siguiente verso: La procesión terrestre va por dentro
            De nuevo el poeta nos remite a un mundo interior. Estas referencias al mundo del subsuelo son como ausencia de otro mundo del exterior que apenas se nombra. Ausencia que es constante presencia de una realidad que se presiente aunque no se nombre, que se toca y no se ve. Este verso “la procesión terrestre va por dentro” es una variante de la frase familiar “la procesión va por dentro” que refleja el sentir, la pena, la cólera o la inquietud aparentando serenidad o sin darlo a conocer…Y así las cosas, el poeta baja la voz.
            Veamos el doble sentido que puede tener el vocablo “bajar”: 1) minorar o disminuir alguna cosa; 2) ir desde un lugar a otro que ésta más bajo. El primer sentido es el que tiene en  Bajo la voz y escondo la vergüenza/cuando miro sus manos y mis versos.
            Disminuye la voz y esconde la vergüenza que siente cuando mira las manos de los mineros  -símbolo de una realidad- y sus versos –símbolo de una actitud- que adquiere carácter “social” en el sentido que el término tiene para Gabriel Celaya para el que lo “social” es un eufemismo para designar esa mezcla de indignación y vergüenza que uno experimenta ante la realidad en la que vive. En un segundo sentido el poeta baja la voz hasta la mina, el mundo del subsuelo donde tiene la esperanza de encontrar un interlocutor. Este empleo del doble sentido de la palabra, la necesidad de la ambigüedad viene de la dificultad de la censura que impide la expresión directa y clara en un tiempo “hecho con vetas de silencio”.
            Y para concluir diré a manera de epílogo, pues la interpretación del texto queda abierta, que este poema de Manuel Alcántara escrito con anterioridad a 1975 es, como cualquier otro texto literario, reflejo de un tiempo histórico determinado, tiempo donde el silencio, la oscuridad y la muerte configuraban una atmósfera en Puertollano que ha quedado registrada en el texto.